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CTA | Controlador de Tránsito Aéreo

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¿A qué nos dedicamos los Controladores de Tránsito Aéreo?

Básicamente a proveer Seguridad Operacional a los vuelos que así lo requieran.

¿Qué servicios proveemos para tal fin?

Servicio de Alerta, con el fin de notificar a los organismos pertinentes respecto a aeronaves que necesiten Búsqueda y Salvamento, Servicio de Información, para aconsejar y facilitar información útil para la realización segura y eficaz de los vuelos, y Servicio de Control de Tránsito Aéreo, para prevenir colisiones y acelerar y mantener ordenadamente el movimiento del tránsito aéreo.

¿Desde dónde se brindan esos servicios?

Tradicionalmente se asocia nuestra profesión al símbolo fácilmente reconocible en todos los aeropuertos, la Torre de Control y, si bien es cierto que el Servicio de Control de Aeródromo, que brinda servicio a las aeronaves en los aeródromos y las proximidades de los mismos, es una parte constitutiva de nuestra profesión, no es la única dependencia en la cual los Controladores desarrollamos nuestras funciones. Desde que una aeronave pone en marcha en determinado aeropuerto hasta que apaga sus motores en su destino, ese vuelo se encuentra siempre en jurisdicción de diferentes dependencias. Esas dependencias son el Control de Aproximación, para las aeronaves que llegan o salen de uno o más aeródromos, y el Control de Área para las fases de vuelo en ruta o crucero, exceptuando solamente determinadas operaciones en áreas específicas o con objetivos particulares como la aviación agrícola, la búsqueda y salvamento, etc.

Los elementos tecnológicos con que contamos para desarrollar nuestra tarea se agrupan en tres áreas: Comunicaciones, Navegación y Vigilancia.

Las comunicaciones son de vital importancia y en los orígenes fueron señales visuales, luego radiotelegráficas, posteriormente por radio en diferentes bandas y en la actualidad se complementan por enlace de datos, tanto terrestres como satelitales.

Las instalaciones de navegación ubicadas en tierra y los sistemas autónomos o satelitales nos permiten a los Controladores tener una idea exacta de la posición de las aeronaves, proveer ordenamiento y eventualmente separación entre aeronaves en caso de no contarse con dispositivos de vigilancia (Control por Procedimientos).

Los dispositivos de vigilancia proveen al Controlador una representación en una pantalla de la situación en dos o, en dispositivos más modernos o con fines militares, tres dimensiones de la posición del tránsito aéreo, además de incluir aplicaciones para el aviso y resolución de conflictos, información meteorológica y operacional, con el objetivo de suministrar Control Radar. El más conocido y más antiguo de estos sistemas es el radar en sus diferentes variantes y en las últimas décadas se han incorporado otros sistemas desde tierra como la multilateración o con los datos provistos por la aeronave como la Vigilancia Dependiente Automática.

Estamos en las torres de control de los aeropuertos de Adami, Laguna del Sauce, Artigas, Salto, Rivera, Paysandú, Melo, Colonia y en el Centro de Control Montevideo, ubicado en el aeropuerto de Carrasco, desde donde se brindan los controles de aeródromo, aproximación y área.

Somos trabajadores esenciales que aportamos desde nuestro lugar para las tareas de búsqueda y rescate, los vuelos sanitarios y humanitarios. En particular durante la pandemia hemos estado asistiendo a vuelos de distribución de vacunas, incluso más allá de nuestro horario, como muestra de colaboración y solidaridad.

En suma, nuestra profesión, al igual que gran parte de la aviación, posee características y requerimientos específicos en cuanto a capacidad de adaptación rápida al cambio constante derivado del avance en lo tecnológico, de nuevas necesidades en términos de estandarización, estándares médicos y de competencia lingüística, requisitos medioambientales y de eficiencia energética en las operaciones aéreas, no pudiendo los estados en muchas ocasiones actuar en consonancia con la celeridad que el desarrollo impone. Hoy en día nos enfrentamos al nuevo reto que es la automatización, que como vimos en las cabinas de pilotaje, ha derivado en la desaparición de algunos puestos de trabajo. Probablemente en el futuro próximo la interacción entre las aeronaves y los sistemas de control desde tierra vaya a variar sustancialmente la realidad que conocemos, la tecnología para ello ya está disponible.
Quizás por esos desafíos es que para la mayoría de nosotros nuestra profesión es una pasión…

Breve historia de nuestra profesión

Sin dudas que quienes acompañaban desde tierra a los pioneros de la aviación romántica de principios de siglo XX nunca imaginaron que estaban dando inicio a lo que tiempo después se llamó Servicio de Alerta. Porque, justo es decir, las posibilidades de despegar en ese entonces eran pocas pero muchas menos las de aterrizar sin contratiempos y alguien debía pedir ayuda.

Y en pleno auge mundial de la aviación sobrevino la Primera Guerra Mundial y la necesidad impulsó de manera vertiginosa los avances tecnológicos. Los motores ganaron en potencia y confiabilidad y paulatinamente la madera y la tela fueron dando paso al metal. Ahora se volaba más rápido, más lejos, más alto y con algo más de seguridad.

Ya terminada la guerra, la aviación probó de manera definitiva su lugar en el desarrollo de la civilización y generó su lugar en el ámbito económico a través primero del correo y luego del transporte de arriesgados pasajeros. Fue así que ya no era adecuado utilizar el “field” del Parque Central o los hipódromos de Maroñas o Paysandú como aeródromos por lo que surgen Los Cerrillos, Melilla o Pando para albergar las operaciones tanto locales como de las incipientes empresas aéreas.

Con el incesante impulso de los avances tecnológicos un día las aeronaves comenzaron a contar con un radiotelégrafo a bordo, lo que hizo imprescindible personal en tierra para operarlo. Así se construyeron en Melilla, Pando y cientos de emplazamientos más a lo ancho del mundo las “casillas” para el mismo.

Ahora ya se podía además de brindar el Servicio de Alerta, transmitir a las aeronaves información meteorológica y operacional, conformándose los orígenes del Servicio de Información que hoy conocemos. Y súbitamente el espacio aéreo antes ajeno al ser humano se pobló de ruidosas y temperamentales máquinas. Ahora ya era necesario compartir de manera ágil, segura y ordenada ese espacio y el concepto de “ver y ser visto” no alcanzaba para volar de noche o entre nubes. La radio ya estaba presente en las cabinas de mando, así como el radiogoniómetro que ayudaba a la navegación astronómica. Fue así que en la década que precedió a la Segunda Guerra Mundial los países con una aviación más evolucionada vieron la necesidad de implementar un servicio que proveyera no sólo ordenamiento sino también separación a la creciente flota de aeronaves que hacían uso del espacio aéreo, naciendo el Servicio de Control de Tránsito Aéreo. Aquellas “casillas” de los radiotelegrafistas fueron dando paso al inconfundible símbolo de nuestra profesión que es la Torre de Control, en muchos casos íntegramente de madera como la que sirvió a Carrasco hasta la terminación del antiguo edificio en la segunda mitad de la década de 1940. Quizás muchas de las próximas torres sean virtuales y no las veamos más en algunos aeródromos…
Paralelamente, algunos estados advirtieron el vertiginoso crecimiento que iba a tener la aviación, siempre de la mano de los constantes avances tecnológicos, y por ello, el mero ejercicio de soberanía sobre el espacio aéreo ya no era suficiente, se imponía la regulación del mismo en tres áreas bien definidas: los recursos humanos, los recursos materiales o técnicos y los aspectos jurídicos o normativos, pilares de lo que hoy conocemos como Seguridad Operacional. En ese contexto surgen en principio acuerdos bilaterales entre países para luego pasar a ser regionales pero el éxito de los mismos fue variado y escaso, para dar paso en los primeros años de posguerra a la creación de OACI.
La brevísima reseña anterior pretende simplemente mostrar algunos de los elementos que dieron inicio a nuestra profesión y cuáles son sus fundamentos y objetivos.

Escrito por Julio César Pedemonte

Foto: Álvaro Franco